Hermetismo, misterio, desconocimiento, aventura… un sueño. Eso me representaban las siete hermanas de India. Repetirme bajito, casi susurrando, los nombres de estos estados raramente visitados del Noreste del país me revolvía por dentro. Ahora, tras dos meses recorriéndolas, sin más plan que el que marcaban los encuentros con sus habitantes, mis intentos por ponerme en su piel y el que imprimía el propio carácter del viaje, siento que han sido un auténtico regalo.
Embutidas entre Bangladesh, Birmania y Tíbet, estos siete estados donde tradiciones ancestrales, religiones primitivas y modos de vida que se antojan ficción son ajenos al resto del mundo – y hasta a los propios indios -, me han hecho garabatear no pocas reflexiones y experiencias en mis cuadernos, así como atesorar recuerdos y vivencias que por mucho que quiera soy incapaz de transmitir en imágenes. Si bien es cierto que ya no corren los tiempos románticos de exploradores y mapas sin cartografiar, que hasta no hace tanto abundaban en la zona, aún son pocos los que la transitan: en siete semanas no me crucé con ningún otro visitante.
Escuetas en explicaciones, pues espero a compartir las historias con la longitud adecuada, y con la humilde calidad de alguien que tiene más de curioso que de fotógrafo, aquí van sin más preámbulos estas siete postales para siete hermanas.
Aquí encontrarás:
Nagaland
Alojados durante dos noches en la cabaña del rey de un poblado de la etnia konyac, antiguos cazadores de cabezas. Mientras sus vasallos fumaban opio de la vecina Birmania, nos enseñaba el esqueleto de un tigre que había cazado y nos invitaba a probar rata. Sí, sabe exactamente a lo que estás pensando… En la imagen, la reina y el príncipe, en la cocina.
Arunachal Pradesh
Conocidas por su belleza, a las mujeres apatani les tatuaban el rostro y perforaban con un enorme piercing la nariz para evitar que los vecinos de la etnia nishi se emparejasen con ellas. Hoy día esta cruel tradición está extinta, pero se mantiene la de picar algunos gusanos antes de comer, que venden vivos mercados como los de la foto.
Manipur
A veces el Cielo se encapricha y baja a visitar la Tierra.
Tripura
Neer Mahal destaca tanto por no parecerse en nada al resto de los edificios de la región como por estar en mitad de un lago. Navegué a este palacio con un risueño local, y me paseé por él a mis anchas tras pagar las cinco rupias (unos siete céntimos de euro) de entrada. Desde sus torreones se veía la vecina Bangladesh.
Mizoram
Si no fuera por su gente, diría que lo mejor de Mizoram son sus amaneceres.
Assam:
Preparando un festival para que las cosechas fueran propicias, en un satra de Majuli, una de las islas fluviales más grandes del mundo.
Meghalaya
Con la propia naturaleza como medio y el paso del tiempo como maestro arquitecto, los caudalosos ríos del sur de Meghalaya son ahora fácilmente sorteados por puentes de raíces, literalmente vivos.
Sikkim: la octava hermana.
Sikkim es, por motivos que no vienen al caso, considerada la octava hermana. Hasta allí hice autostop para reunirme con un monje tibetano que había conocido cinco años atrás en un monasterio de Laddakh en que pasé unos días (y en el que acabé viendo cómo los buitres se comían a uno de sus maestros, recién fallecido). Mientras atardecía, los novicios de su monasterio preparaban un festival con danzas, como se ve en la imagen.