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Libros de viaje que me inspiraron

«Me gustaría saber», se dijo, «qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles, y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libró de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo».

Michael Ende. La Historia Interminable.

Si como decía Michael Ende, los libros parecen estar vivos, los de viajes siempre tuvieron para mí una doble vida. Me ayudaron a crear un recetario de sueños y me sirvieron como pauta para empezar mi propio camino. Y es que se lee para aprender de lo que otras personas vivieron, pero se viaja para vivir lo que los libros no podrán jamás enseñar.

Siempre encontré la mayor inspiración viajera en personas que recorrieron nuestro planeta siglos atrás. Eran otros tiempos y la cada vez más acusada homogeinización cultural que vivimos hoy era impensable. Viajar era entonces sinónimo implícito de aventura y conceptos como pasaporte, pasaje o visado eran inexistentes. Muchos países no se llamaban como ahora y la gran mayoría ni siquiera existían como tales. Ser viajero requería de una entereza mental y física de la que no todos podían presumir, y los que lo hacían solían ser comerciantes, eruditos, aventureros, enviados políticos o peregrinos.

La siguiente lista la he elaborado con el cariño propio de recordar las muchas noches en que acababa viendo amanecer con alguno de esos relatos en la mano. Me debí volver un Quijote que a caballo entre la locura y los sueños, no deseaba otra cosa que lanzarme a recorrer caminos, vivir aventuras y conocer vidas peculiares. Si en lugar de libros fueran cajetillas de tabaco, las autoridades advertirían de que «el contenido de esta obra puede hacer volar sin moverse del sillón, sorpender al lector dibujando líneas en un mapa, soñar despierto con nuevas rutas, caminos y enseñanzas o cogiendo la mochila con la emoción del camino incierto por delante«.

Dicen que todo está en los libros. Para mi, todo está en los viajes, aunque estos nazcan muchas veces de los libros. Sea como sea, os deseo buenas lecturas y mejores viajes.

Ibn Battuta: A través del Islam

Un clásico entre los clásicos. Este tangerino abandonó en el siglo XIV su Marruecos natal hasta en cuatro viajes que ni él mismo sabía que le tomarían más de treinta años. En su periplo fue secuestrado, espiado, perseguido, robado y apaleado, entre otras cuitas, aunque también se codeó con bandidos, vagabundos, reyes o sultanes para los que acabó trabajando. Alcanzó China, India, Afganistán, Arabia, Yemen, el este de África, Asia Central, el Mar Negro, Indonesia y una enorme lista de territorios, más aún teniendo en cuenta cuándo acometió sus viajes. El libro que a su vuelta a casa escribió dictando sus aventuras, es una crónica de viajes fuera de lo común, tanto por lo peculiar de las aventuras como por las meticulosas descripciones de las tierras que recorrió. Las «rihlas» son relatos de viajes de un musulmán, normalmente en búsqueda de sabiduría y conocimiento.  La de Ibn Battuta es considerada una de las más importantes, si no la que más. Avenidas, aeropuertos, centros comerciales y un sinfín de lugares llevan hoy el nombre de este marroquí.

Lee el post que escribí frente a la tumba de Battuta.

René Caillié y su largo camino a Tombuctú

Este joven francés abandonó su Francia natal con catorce años para perseguir su sueño de alcanzar Tombuctú, una ciudad de la que se hablaba en ciertos círculos pero cuya localización era desconocida. Rozó la muerte en varias ocasiones, fue tomado prisionero, perseguido, disparado con flechas, debió aprender lenguas locales, beberse su propia sangre para evitar morir deshidratado y hasta memorizar el Corán para, tras diez años de intentos, conseguir finalmente su propósito. Se le considera el primer extranjero que consiguió visitar Tombuctú y vivir para contarlo. Su relato no es sólo un libro de viajes y aventuras, sino una prueba más de que la perseverancia es clave para conseguir los propios propósitos.

Puedes descargar el relato de René Caillié aquí (en inglés).
Lee el post que escribí sobre Tombuctú.

Hiuen Tsang: El viajero del Budismo

Nacido en la China de comienzos del siglo VII, este joven que fue ordenado monje pronto se apercibió de que los textos budistas con que estudiaba estaban incompletos, tanto en su monasterio como en todo el país. Lo solucionó por la vía más práctica dada la época: recorrer los territorios donde el budismo estaba ya extendido hasta llegar a su mismísima fuente histórica. En su búsqueda vivió aventuras propias de las actuales películas de acción, que resolvía con su ingenio y don de gentes. Algunas descripciones de los lugares que visitaba, como las de los Buda gigantes de Bamiyán (Afganistán), han servido a historiadores actuales para saber cómo era la vida en esa zona en la epoca de Hiuen Tsang. Durante dos años vivió como estudiante destacado en la mítica universidad de Nalanda. Una de las obras literarias más afamadas de China, Las Aventuras del Rey Mono, está enteramente basada en las aventuras de este monje. A título personal, puedo decir que Hiuen Tsang quizá sea el viajero del pasado a quien más admiro.

Richard Francis Burton: El humanista políglota

Hablaba veintinueve idiomas. Visitó disfrazado la Meca estando prohibida y castigada con muerte. Buscó con el expedicionario Speeke las entonces desconocidas fuentes del Nilo y exploraron la región de los Grandes Lagos. Tradujo el «Kama Sutra» y «Las mil y una noches». Viajó por un buen puñado de territorios peligrosos o prohibidos, viviendo entre sus gentes y documentando su cultura, idiomas, religión, folklore y costumbres sexuales (algo que le atraía particularmente) en libros desprovistos del etnocentrismo que imperaba en su época. Criticó muchas prácticas colonialistas y sus jefes le temían, hasta el punto de ser conocido como «El diablo Burton». Varios países africanos acuñan hoy moneda con su imagen. Fue comerciante, traductor, cónsul, militar, diplomático y un sinfín de profesiones poco usuales. Sus libros son un canto implícito al amor por la Humanidad, a nuestra diversidad y a la aventura.

La web Burtoniana recoge con más detalle su biografía además de todas sus obras. (En inglés)

Cabeza de Vaca: sobreviviendo al «Naufragio»

Alvar Núñez, o Cabeza de Vaca como es normalmente conocido, fue uno de los tantos llamados conquistadores que en el siglo XVI se aventuraban por el continente americano. Su gesta más notable acaeció por total casualidad, y es que al naufragar el barco en que se dirigía a una expedición (la famosa de Pánfilo de Narvaez), se vió con otros cuatro supervivientes obligado a recorrer a pie el sur de Estados Unidos y México en un viaje que les tomaría ocho años. Se hicieron pasar por comerciantes, viajeros, curanderos charlatanes e incluso médicos, mientras recorrían poblados indígenas. «Naufragios», el relato que resume su periplo, recoge por primera vez en lengua castellana las palabras de los idiomas americanos que conocieron y detalla muchas de sus costumbres.

 Puedes leer «Naufragios» desde aquí.

Fernão Mendes Pinto y su peregrinación

Tres largos viajes fueron los que este portugués realizó por África y Asia. En ellos sobrevivió a naufragios, se adentró en un Tíbet entonces inexplorado, conoció Japón en la primera expedición europea al país y al Dalai Lama en China, fue capturado por rebeldes en Mongolia y estuvo a punto de ser manjar de caníbales en Java. Le vendieron como esclavo diecisiete veces y encarcelaron otras trece. En el importante puerto de Malacca (en la actual Malasia) conoció a San Francisco Javier, y junto a él ayudó a los jesuitas por Asia. Si bien sus memorias carecen de la base antropológica con que cuentan las de muchos de sus contemporáneos, su amor al viaje y la aventura lo convierten en una obra única. Fue muy crítico con el papel de su gobierno en las colonias asiáticas, y dicen las malas lenguas que no hay que creerse todo lo que contó. No en vano suele jugarse con su nombre con un «Fernão, ¿Mendes? ¡Minto!» (Fernão, ¿Mientes? ¡Miento!).  A su regreso a Portugal escribió sus memorias que póstumamente se conocieron como Peregrinação.

Lee un precioso facsimil digital de «Peregrinação» aquí. (En portugués).

Benjamín de Tudela y su «libro de viajes»

Séfer Masaot, o «libro de viajes«, es el legado impreso de este judío nacido en Tudela (Navarra) que ya en el siglo XII viajó por Europa, Asia Menor, Mesopotamia, Persia, la península arábiga y varios enclaves del Norte de África. Poco se conoce sobre su biografía, pues su propio libro es la única fuente sobre su persona. Por él sabemos que se centraba en estudiar y amistarse con las comunidades judías que encontraba en los países que visitaba, profundizando en su modus vivendis. Se sentía atraido por la política y los cambios históricos, que describe con inusual sensibilidad. Por ello, si bien aún se discute, parece ser que fue historiador además de comerciante de piedras preciosas. Del mismo modo que Ibn Battuta es ampliamente reconocido el la comunidad islámica, Benjamín lo es en la judía.

Lee una traducción de «Séfer Masaot» aquí. (En inglés).

Alexandra David-Néel y la mística de Tíbet

Alexandra se sintió atraída por la mística y el conocimiento de la mente y cuerpo humano desde su primeriza pubertad. Antes de sus dieciocho años viajó sola por Europa, uniéndose a varias sociedades secretas, simpatizando con místicos y recogiendo textos esotéricos. Aprendió inglés en la biblioteca del Museo Británico de Londres,  además de tibetano y sánscrito en París. Fue cantante de ópera y publicó textos anarquistas y feministas (algo totalmente revolucionario en su época). Así, no es de extrañar que sus inquietudes le llevasen a viajar a India, que conociera al mismo Dalai Lama y otros rimpochés o que se relacionase con faquires con los que realizaba rituales tántricos. Vivió como anacoreta en una cueva en Sikkim, cerca del entonces prohibido Tibet y, disfrazada como una local, permaneció varias temporadas en Lhasa. No pudiendo regresar a Europa debido a la Primera Guerra Mundial, aprovechó para conocer a más sabios en Japón, Mongolia, China y Corea. Alexandra fue mi amor platónico en la juventud y sus más de treinta libros publicados una joya -casi guía-, a la que siempre regreso.

Puedes ver un documental sobre la vida de Alexandra aquí.

«La única ley de los seres (naturales), demostrada y confirmada por el estudio y la experiencia, es el deseo vital, la búsqueda de la satisfacción de todas sus facultades, como medio para vivir plenamente, y la lucha contra cualquier forma de sufrimiento. El hombre no tiene razón alguna para creerse excluido de esta ley universal».

Alexandra David-Néel.

Gurdjieff y el cuarto camino

Gurdjieff creía que el ser humano vive en una suerte de hipnosis, una perpetua somnolencia de la que es posible despertar. En sus viajes se dedicó a estudiar escuelas de pensamiento, filosofía y corrientes místicas hasta desarrollar el llamado «cuarto camino«, un método para despertar la consciencia que en sus palabras «va más allá de las hasta ahora existentes» (la del yogi, monje o fakir) al no requerir renunciar a la vida cotidiana. En su extensa obra detalla con poética precisión sus periplos por Asia Central, India, Tíbet, Persia, Rusia o el Norte de África, en los que se relaciona y convive largas temporadas con anacoretas, monjes, derviches, místicos varios, santones y otros sabios. De ellos fundamentalmente, sin olvidar a los antiguos mitos y sus propias reflexiones, nacieron las ideas que expone en sus libros y en las que basó sus escuelas. Se le atribuyen cinco colecciones de libros, trescientas piezas de piano, un ballet y más de cien movimientos o danzas «sagradas».

  Esta web contiene información interesante sobre Gurdjieff.

Ludovico de Verthema y la primera incursión ilegal en La Meca

Se cree que el italiano Ludovico de Verthema, nacido en Bolonia, fue el primer europeo no musulmán en conseguir peregrinar a la Meca. Hablamos del siglo XV y por entonces el precio a pagar si hubiera sido descubierto era la propia vida. No contento con ello, también vivió aventuras por India, donde llegó tras ser encarcelado en el actual Yemen. Intentó llegar a lugares prohibidos de Asia Central, pero tras fracasar regresó a India y de allí a Indonesia. Regresaría con navíos portugueses hasta Roma, donde escribió sus memorias. Ludovico es tan conocido por la precisión de sus detalles y costumbres que el propio Richard Francis Burton dijo de él: «Por la corrección de observaciones y la disposición Varthema figura en primera fila de los antiguos viajeros orientales. En Arabia y el archipiélago Indio al este de Java es (para Europa y la Cristiandad) un verdadero descubridor. Incluso pasando por terrenos atravesados por antiguos exploradores europeos, su aguda inteligencia frecuentemente añade valiosas notas originales sobre pueblos, modales, costumbres, leyes, religiones, productos, comercio, métodos de guerra«.

Descarga el libro de viajes de Ludovico aquí. (En inglés).

Egeria y el primer libro de viajes

Con el cristianismo recién legalizado, la viajera Egeria, a quien ella misma se denomina «un tanto curiosa», parte en el año 381 en un viaje desde España para conocer los lugares de Tierra Santa. Las cartas que durante el camino escribió a sus amigas (se cree que de una comunidad religiosa) son hoy un campechano relato en el que cuenta cómo recorre las vías públicas romanas, pernocta en casas de peregrinos y llega hasta la península de Sinaí para convivir con los ascetas del desierto, antes de visitar la antigua Mesopotamia y regresar a su Galicia natal. Desgraciadamente, no se conserva completo. Una copia de estas cartas, copiadas y guardadas en un monasterio italiano durante siglos, nos permite conocer además de sus aventuras y los pormenores de los oficios religiosos a los que asiste, la faceta crítica de la viajera cuando encuentra discrepancia entre las escrituras sagradas y lo que encuentra en su camino.

Consulta el libro de la viajera Egeria aquí. (En latín).

NOTA BENE: Sólo he enlazado a los libros que pueden leerse de forma legal en Internet. Muchas obras de los viajeros que menciono están protegidas por derechos de autor, no estando autorizada su difusión gratuita.