O de cómo una muro de 2700 km, repleto de soldados y minas antipersona, cruza un desierto entero dividiendo en dos el Sahara Occidental, un país que pasa desapercibido para muchos...
O de las aventuras que me ocurrieron recorriendo tanto la Ruta de la Esperanza, como una zona sin carretera, con poblados de chozas, regiones controladas por grupos terroristas y naturaleza salvaje, buscando una frontera poco convencional a Mali
En el azaroso enclave que crea una falla que se eleva trescientos metros sobre la planicie africana, una curiosa etnia, de costumbres esotéricas y poco conocidas, han vivido durante cientos de años. Esto aprendí en los días que pasé con los dogones.
O de cómo tras conocer la histórica Djenné, ciudad levantada entera en barro, fui invitado a una boda en el Mali más rural donde fui tratado como invitado de honor.
O de cómo conseguí adentrarme sin visados ni permisos en la República Árabe Saharahui Democrática, para conocer de primera mano la realidad de este país no reconocido y el día a día de sus gentes.
En el extremo Sur del Sahara una ciudad hasta no hace mucho prohibida, es origen de no pocas historias y leyendas.Dispuesto a conocer sus misterios, me acerqué a conocer la histórica Tombuctú
O un breve resumen de los días que pasé en El Aaiún, capital del Sáhara Occidental ocupado por Marruecos, y mi impresión de lo que vi en sus calles y sus habitantes me contaron.
En el centro del país basarí tuve la suerte de compartir algunos días con las tribus que habitan sus aldeas, durmiendo en sus chozas, e incluso de alcanzar una en que ni habían conocido ni sabían de la existencia de humanos de piel blanca. No negaré que me sentí un privilegiado, pero, ¿qué les aportó nuestro encuentro a ellos, o qué me aportó a mí?
A diario, desde la costa mauritana parte un tren al centro del país, atravesando el desierto, en el que unas pocas personas viajan sobre la mercancía de sus vagones de carga. Me uní a ellos en tan extremadamente bello trayecto en el que es el tren más grande del mundo...